viernes, 9 de marzo de 2012

sin vergüenza

“conocer la vergüenza de ser hombre”

primo levi

estamos preparando una función en el centro morelense de las artes. en la obra, entre otras cosas, lo primero que hacemos es desplegar la portada y contraportada del periódico del día, ya se sabe: de un lado el crimen de la semana espectacularizado en imagen y palabra, las más de las veces con un patético sentido del humor que, naturalmente, exhibe el desdén imbécil de los dueños del diario por el respeto y la vergüenza hacia la vida o la muerte; y del lado contrario otra joya de la puerilidad desvergonzada: la encuerada del día. cuerpos vueltos chatarra para el consumo de una sociedad autista, temerosa e infantilizada.

pero hoy no exhibiremos el periódico. en la portada aparece una imagen insostenible: el crimen ocurrió cerca de donde estamos, la puesta en escena de los criminales es atroz y además dos de los adolescentes asesinados eran conocidos de los chicos que dan la función. y, por si fuera poco, la escena real parece evocar nuestra escena ficticia final.

mientras charlamos acerca de cómo responder a la velocidad con que la realidad nos interpela, en tiempo casi real nos llegan las imágenes de una guadalajara sitiada por los incendios de autos provocados por los criminales, al parecer en represalia por el arresto de un jefe delincuente.

y, acto seguido, por medio de un correo electrónico me llega la imagen siguiente:




entonces recuerdo la función a la que asistí de la obra “mejor desnudos” por la compañía chihuahuense danzarena. fue en el marco del encuentro de re/posiciones, un espacio de reflexión escénica, lo cual quisiera explicarme cómo fue que esa noche la reacción de la gente de teatro fuera tan lejana al meollo del dispositivo. para no narrar la pieza sólo diré que se iba pidiendo la presencia de un espectador a la vez para narrar un hecho personal que, siguiendo la dolorosa pauta dejada por dos de las performers, tuviera qué ver con el estado de dolor y miedo del país. me sorprendieron menos los estudiantes de teatro que saltaron al escenario a desahogar su confusión existencial y profesional sobre la eficacia del dispositivo, que las declaraciones de la mayoría de los “voluntarios” diciendo “bueno, en realidad a mí no me ha pasado nada aquí en el df”. voilá, entonces, al menos tres razones para explicar la reacción: los teatreros iban dispuestos a discutir; eran, justamente, gente de teatro, no muy dada al conocimiento de la realidad; y, finalmente, eran chilangos. (es casi vergonzoso que nadie piense que el asalto, lesión o asesinato de un conocido o vecino no sea algo personal) y, en efecto, justo un día antes, las mujeres de danzarena me habían manifestado su desconcierto de que en el df se viviera “como en una burbuja” con respecto a la gravedad del estado de cosas del país entero.

pero eso pasó, y ultimadamente el espectador responde como puede y es más bien aleccionador (“desnudador” iba a escribir) cuando el dispositivo escénico traba su diálogo con los invitados.

en cambio, la foto aquí expuesta, repartida en cientos de correos y, de antemano consagrada en el imaginario de la gente de teatro, me remite mucho más a la desfachatez de los “editores” de los periódicos sensacionalistas. la foto (y el teatro que de ella emane) para decirlo pronto, me resulta petulante, pueril y ofensiva. presentarse, promoverse, campechanamente con un arma en la mano bajo las circunstancias presentes me parece indicativo de una sintomática distancia afectiva e intelectual entre el teatro oficial y el país que le paga a ese mismo teatro por existir.

supongo que no tengo manera de convencer a nadie que no esté ya convencido de la consagración de ese tipo de teatro que se pone a representar el “vértigo” y la violencia en los cuerpos de actores y espectadores. supongo que mis argumentos son los que podrán parecer petulantes y ofensivos. supongo que tendría que demostrar por qué una fotografía así es una falta de respeto y una muestra del escaso sentido de vergüenza de algunos artistas escénicos de este país. pero no lo haré. no creo necesitar demostración alguna. escribo esto antes de la función a la que vendrá gente que, seguramente, ha perdido a alguien bajo el cañón de los imbéciles. y no podría pararme frente a ellos con una actitud así.

no me hace gracia.

hay que tener vergüenza.

cuernavaca, morelos, 9 de marzo de 2012

rubén