miércoles, 31 de marzo de 2010

una nueva visibilidad 2: la mirada del ángel


















hay un cuadro de klee que se llama angelus novus. en él se representa un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. y éste deberá ser el aspecto del ángel de la historia. ha vuelto el rostro hacia el pasado. donde a nosotros se nos aparece una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. pero desde el Paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. este huracán lo empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.

walter benjamin, novena tesis sobre la historia


toda vez que las tendencias duras del marxismo se fueron a derrumbar contra y con el muro de berlín, se hizo necesario reconsiderar perspectivas teóricas que continuaran haciendo frente a la expansión neo capitalista. y, además de nuevas visitas a papito marx, también se pusieron a prueba viejas tesis que revisaban el marxismo sin atenerse necesariamente a una toma de partido y que en su momento fueron tildadadas de vagas o no radicales y, por tanto, cayeron en desuso. tal fue el caso de los escritos de walter benjamin que fueron desestimados hasta cierto punto por dos grandes pensadores como adorno o brecht, y que durante un largo periodo hicieron de benjamin un verdadero autor de culto al que muy pocos lograban acceder y que creaba a su alrededor una fraternidad de lúcidos melancólicos.

fue hasta los años noventa, al bajar las aguas del entusiasmo “post-ideológico”, que sus tesis fueron retomadas con bastante seriedad en diversos campos del saber. por un lado, por la parte de los estudios históricos para los que las tesis sobre la historia resultaban una inspiración para re-montar la genealogía de la modernidad. a su vez, los estudios políticos también se vieron fortificados por este breve texto -en especial en su consideración del estado moderno como “estado de excepción” (giorgio agamben) - y por otros textos como “para una crítica de la violencia”. la filosofía, por supuesto, también se vio inspirada, por ejemplo, por los textos sobre coleccionismo o sobre baudelaire o el famoso (como el quijote por ser poco leído y bastante citado) libro de los pasajes de parís; en este campo, es ejemplar la manera en la que peter sloterdijk retoma la descripción socio-económica del pabellón colonial parisino, para trasladarla a su explicación esférica de nuestros días. pero quizá donde más revuelo a causado este revival benjaminiano sea en la teoría estética. su concepto de aura ha sido tomado y retomado para acompañar las explicaciones a la increíble transformación que el arte sufrío después de la bouatade de duchamp.

y es que, sin duda, su mirada intensiva hecha de retazos fugaces y destellantes, su lucidez estilística para salir de los condicionamientos del materialismo histórico pero siempre cumpliendo con un análisis justísimo de la productividad económica y afectiva, ha podido adecuarse con gran tino para hablarnos ahora, en esta zona histórica posterior a la modernidad dura –zona ésta que algunos llaman posmodernidad.

así, la dificultad y la composición de su prosa aleja todavía a la mayoría, inspira a los inconformes, comenta a los clásicos, acompaña en la deriva diaria y favorece equívocos teóricos. de su escritura, dos autores muy distintos han escrito: “era una tortura seguir este estilo. era como si cada frase tuviera que decirlo todo, antes de que la mirada de total concentración disolviera el tema ante sus ojos” (susan sontag); y: “ocurre con benjamin lo mismo que con kafka: todo lo que cuenta se nos aparece primero bajo el aspecto -indudable- de una desesperación sin salida” (georges didi-huberman). su prosa como un tendido alucinante de líneas de fuga.

además, hay que decirlo, el carisma posmoderno de su temperamento, incapaz de adecuarse a la nueva visibilidad que la modernidad iba desvelando y su propia torpeza para manejarse en un mundo que, sin embargo, podía desmontar con magnífica lucidez; todo esto más las condiciones de su muerte prematura en plena huida del nazismo y bajo la negativa de asilo francesa (no hemos tenido espacio para hablar de cómo su judaísmo inspiró a su materialismo pero también a su inadaptación secular), han hecho de benjamin una alegoría -como a él le hubiera gustado mirarse-, a medio camino entre el anti héroe y el santo, ambas imágenes conviviendo en dialéctica tensión:

en el Juicio Final, el Último Intelectual -ese héroe saturnino de la cultura moderna, con sus ruinas, sus visiones desafiantes, sus ensueños, su insalvable melancolía, sus ojos bajos -explicará que adoptó muchas “posiciones” y defendió hasta lo último la vida del espíritu, tan justa e inhumanamente como pudo (sontag).



De la tradición oral al libro y del libro al blog

Mientras la profecía de la desaparición del libro se estrecha por minuto –Luz Emilia Aguilar, al regreso de un viaje a Nueva York, me aseguraba que no tardaría más de cinco o diez años- y la Galaxia Gutenberg gana terrenos virtuales, conviene detenerse un poco en lo que cada forma de publicación implica y, en nuestro caso, cómo se relaciona con el oficio al que hemos consagrado nuestros esfuerzos. Pues cada modo de publicación está relacionado con unas prácticas específicas del pensamiento y, como señala mi amigo Georges Banu, el trabajo teatral no es más que la trascripción física del pensamiento teatral.

El mismo Banu ha recordado a otro admirado amigo, Bernard Dort, quien antes de la aparición de las publicaciones electrónicas, afirmaba que la ventaja de las revistas “es que preservan algo de la inmediatez del hecho teatral, de la inmediatez de un pensamiento en vías de formularse”. El libro, añade Banu, “fija un poco más el pensamiento, le otorga un estatus referencial; se trata de un pensamiento que se erige ya como memoria para el porvenir”.

No obstante la autoridad del libro, esta corre siempre el riesgo de resultar desfasada de la realidad, como lo muestran en sus obras Cervantes (Don Quijote), Voltaire (Cándido) y Flaubert (Bouvard y Pecuchet), para no ir más lejos. En todo caso, el libro carece también de una interlocución directa, de esos contactos humanos que ponen en entredicho todo saber y confirman en el pensamiento su cualidad inestable, su capacidad de transformarse, enriquecerse o aclararse, gracias al diálogo –el elemento esencial del drama.

Incluso las revistas, cuya obligada periodicidad hace del diálogo un ejercicio pausado, con claros espacios para el triunfo de la racionalidad o el olvido, carecen de la velocidad que los medios electrónicos nos proporcionan.

Recientemente leí a un periodista y comentarista político quien afirmaba que frente a twitter, el diario del día siguiente es ya una anticualla condenada al silencio de las hemerotecas.

No comulgo con ninguna idea terminalista porque hace tiempo que no creo tampoco en ningún paraíso 100% original ni mucho menos en una historia progresiva que nos lleva desde el jardín del Edén hacia la anhelada y cada vez más próxima meta del precipicio. El origen es ahora.

Y como la tradición oral no desapareció con la invención de la imprenta sino que se renueva cada vez que ejercitamos el pensamiento frente a otro(s), tampoco veremos –ni tú ni yo, amable lector- un mundo sin libros o revistas, independientemente de su soporte material.

Pero estos nuevos espacios ofrecen otras posibilidades, como quedó muy claro en el desplazamiento de la discusión en torno de la existencia de la Compañía Nacional de Teatro de una revista periódica a la página de teatromexicano.com.mx. Amén de la capacidad de reacción y la velocidad para incorporar respuestas inmediatas en el caso de temas polémicos o urgentes, el espacio virtual confirmó su vocación democrática: para bien y para mal todomundo puede colgar ahí –o debo decir “aquí”- su modo de ver las cosas.

Y así llegamos al blog, y en particular a este que recién inauguramos. Tal parece que este espacio virtual viene a llenar el hueco de un viejo espacio igualmente democrático y fraterno: el antiguo café. Pues aunque ahora la palabra que pone en juego al pensamiento se exprese por escrito, su objetivo sigue siendo el mismo, echar a andar una conversación, someter nuestras ideas al riesgo de la confrontación e, idealmente, al mutuo enriquecimiento.

Rodolfo

martes, 30 de marzo de 2010

una nueva visibilidad 1: aprender a mirar















aprender a ver abismos

allí donde hay lugares comunes

karl kraus


es clara, desde su fiat lux, la empresa de teatro OJO: aprender a mirar en compañía. que no enseñar a mirar, pues quién se sentiría tan pagado de sí como para pretender la posesión de algo que no es personal. para este colectivo de andantes, abrir los ojos significa, a la vez, dejarse abrir por lo que es mirado. algo más que un feedback con lo que se ve: lo que miro me abre a otras miradas y, más allá, a otras formas de andar, de vagabundear, de pararme frente a las cosas del mundo.

era clara la intención desde aquella salome de wilde, a la que le cortaron la cabeza para mejor mirarla entre el vértigo de los espejos encontrados; era soberanamente clara la intención en el montaje del laboratorio del doctor farabeuf, en su “...”, una verdadera disección del mirar con toda la crueldad y la maravilla que tendríamos al meterle el escalpelo a una rebanada de luz.



y después, teatro OJO se salió de los teatros para mirarte mejor. hicieron, por ejemplo, esa genial arqueología política que involucraba arquitectura e historia que se llamó visitas guiadas, donde a través de un viaje a los restos del antiguo edificio de la secretaría de relaciones exteriores en tlatelolco, el espectador, el invitado a mirar, leía -como allí en el poso del café, aquí en los detritus del priísmo- historias personales, esperanzas de asilo, recuerdos de guerras, viajes frustrados, matanzas que fueron basamentos de otras matazonas, filas burocráticas, pornografía bilingüe y otros retazos que conformaban fragmentos de un tiempo que pide a gritos un nuevo montaje para entenderlo mejor.



más tarde -entre otras empresas, como deambular acerca de la memoria del 68- teatro OJO se metió en el museo a generar otro dispositivo guiado: se trataba de deambular a través de la instalación del artista brasileño cildo meirles, “desvío al rojo”, de manera que la mirada fuera despertada de nuevo en medio del gran impacto sensorial de un cuarto armado con utensilios de un solo color. aquí el proyecto sucedía en toda su magnitud, el espectador era acompañado por un niño guía ciego ante quien y con quien había que componer de nuevo todo lo visto, de manera que los objetos eran no sólo mirados a detalle sino que en muchas ocasiones, como en mi caso, los objetos fueron hinchados de memoria. pues era casi imposible, al pasar de la mirada a la palabra y de allí al oído, no volver a conectar las relaciones, entre, digamos, una pecera y mi adolescencia, un tocadiscos y las espinillas o entre el sonido del agua cayendo y las tardes de verano con olor a melancolía.

así, en cada caso, se ha intentado -primero desde una toma de posición hacia lo que se considera un evento teatral y luego por ímpetu propio-, rescatar la experiencia por encima del reconocimiento. pues de ninguna manera se trata de mirarnos en un espejo en el que confirmamos nuestra presencia, se trata más bien de ofrecernos nuestro propio reflejo por partes, y desde imágenes donde nuestros órganos no armonizan sino, por el contrario, funcionan gracias a una tensión generada por sus diferencias. espejo trizado que nos devuelve incompletos e irrescatables. pero experiencia, al fin, que nos deja ver “como en un fulgor” (benjamin) la verdad del acontecimiento. verdad, es cierto, tan inconfesable como llevar un “nombre en la punta de la lengua” (quignard).

rubén

(fotos tomadas del blog de teatro ojo)



lunes, 29 de marzo de 2010

Nieve








Hace algún tiempo y con la complicidad de Susana Quintero, emprendí un proyecto cuyos primeros frutos –abrebocas- aparecieron en las páginas de la revista Paso de Gato. Nunca pude lograr que los editores entendieran mis propósitos para una sección que literalmente abría –y abre- la revista. Pero se trataba de abrir también al teatro en un doble movimiento: de su lugar como centro de la vida social en una larga época a su actual condición periférica y de la indiferencia que lo rodea hoy por parte del mundo cultural a su importancia reflejada en otros medios: la plástica, el cine y, en este caso, la literatura.

Así, Susana y yo reunimos algunas breves reseñas de obras literarias donde el teatro o algún pasaje relacionado con éste cobra una atractiva presencia gracias a la pluma de algún gran escritor. Y presentamos, luego de un breve comentario para ubicar al lector, fragmentos de: Novela teatral de Mijail Bulgakov, Orlando de Virginia Woolf, Memoria de Shakespeare de Jorge Luis Borges, Onnagata de Yukio Mishima y Bouvard y Pecuchet de Gustave Flaubert.

Ahí quedó.

Topo ahora con una espléndida novela del Premio Nobel turco Orhan Pamuk que actualiza la presencia del teatro como eje de la vida social y política de una sociedad, aunque esta se encuentre bajo circunstancias de excepción gracias al aislamiento producido por la silenciosa y poética presencia que articula y da nombre al relato: Nieve.

Nieve ha sido considerada la novela más política de Pamuk pues gira en torno de un poeta –exiliado en Alemania- que regresa a Turquía con el pretexto de escribir acerca de una serie de suicidios de jóvenes mujeres relacionados con la prohibición del velo, pero con la callada intención de consumar un amor pendiente.

El cierre de carreteras y comunicaciones de una aldea fronteriza permite confrontar sin mediaciones a las diversas facciones políticas de la localidad: entre otros, islamistas, nacionalistas kurdos y turcos, ex-comunistas, paramilitares y seguidores del gran modernizador Mustafa Kemal “Ataturk”. Uno de estos últimos, un viejo actor de carácter, aprovecha las circunstancias para dar un golpe de estado que es a la vez un gran golpe teatral, pues se lleva al cabo sobre las tablas del Teatro Nacional justamente la noche en que la televisión local realiza desde ahí su primera transmisión en directo.

En contraste con la exactitud con que se describen los frutos de la recuperada inspiración del protagonista, un misterioso libro de poemas acomodados de acuerdo con la estructura física de un copo de nieve,

El problema del verdadero poeta es siempre el mismo. Si es feliz durante mucho tiempo se vuelve vulgar. Si es infeliz durante mucho tiempo es incapaz de encontrar en sí mismo la fuerza que mantiene viva la poesía. (...) la felicidad y la autentica poesía sólo cohabitan durante un breve plazo.

los sucesos políticos son vistos con una mirada irónica que desmitifica su gravedad.

El hablar todos a la vez, las bromas y las puyas ocasionales habían provocado que todos los presentes en la habitación participaran de un ambiente de fiesta y diversión. Ka, cuando más tarde escuchara de boca de Fazil todo lo que había ocurrido, escribiría en su cuaderno que ese tipo de reuniones políticas podían durar horas y que para ello lo único que hacía falta era que una multitud de hombres bigotudos que fumaban con el ceño fruncido se divirtieran sin darse cuenta de que se estaban divirtiendo.

Dos de los capítulos climáticos de la novela, “En el Teatro Nacional” y “El último acto”, subrayan el carácter representativo de todo hecho político y ganan para esta clase de acciones la cauda de adjetivos –siempre peyorativos- con que suele calificarse al teatro.

Una vez más asistimos gozosos, gracias a la gran narrativa de Orhan Pamuk, a la materialización del viejo axioma: “el mundo como un teatro”.

Rodolfo

miércoles, 24 de marzo de 2010

Más sobre la Societàs en México













Por cortesía del Minutario, blog de Guillermo Sheridan, nos podemos enlazar con el reportero vivencial-formalista Anselmo Guiú, quien nos pondrá al tanto de la nota social del evento:

La crème de la crème de la scène mexica acudió a su rendez-vous en el par de funciones que la compañía italiana La Societàs Raffaello Sanzio dio en nuestra ciudad. La espectativa era máxima pues aunque muy pocos habían acudido a la primera función que dicha compañía trajo a nuestro país hace cinco años, mucho ya se hablaba de ella: de las virtudes técnicas, de la trasgresión imaginaria, de mutilados, bulímicos, perros, bebés y demás dramaturgias de lo real que suceden en el escenario de Romeo Castellucci, el director.

Todos envueltos en sus mejores galas, el todo México escénico se besaba e intercambiaba nuevas en la fila de las cortesías del Teatro de la Ciudad. Enternecedoramente, la escena parecía la Noche de San Juan, pues no había diferencia alguna entre el mesías en turno (enfundado en converses azul cobalto) o la artista mas cool (envuelta en pashmina de seda, de la mano de su maravilloso gurú que le ha dado serenidad y becas) y los demás artistas del hambre (cuyo arte estará siempre en ciernes), y hasta los ilustrísimos funcionarios olvidaron diferencias e intercambiaban anécdotas y chascarrillos con los mismos a quienes acababan de negar un teatro. Incluso, ante la falta dolorosa de nuestras vacas sagradas, pudo apreciarse al corro de alumnos ávidos en torno a los y las maestras que habrán de tomar la estafeta que, pronto, tememos, dejarán los héroes que nos dieron patria y presupuesto.

La espectativa, como dijimos, era enorme y más después de leer el opúsculo que servía como programa de mano, en donde entendimos, entre otras cosas, que lo que veríamos estaba contaminado de “performance” (entonces entendimos lo trasgresor), que el creador trabajaba “con su mujer” (entonces entendimos lo encantador), que había hecho “el Purgatorio” -de hecho la trilogía de la Divina Comedia, de 2008-2009- antes que Hey girl! de 2006 (entonces no entendimos nada) y entendimos, finalmente, que Wikipedia no siempre es la solución para informarse.

Pero para no hacer esta crónica muy larga, pues no vale la pena detenerse en lo que pasaba en la escena como nos ha demostrado la crítica especializada, subrayaremos con ella el hecho de que el todo México escénico quedó decepcionado. Para empezar, ¿de qué trataba la obra?, ¿por qué tanto volumen?, ¿por qué duró tan poco si apenas empezaba?, ¿dónde queda la emocionalidad actoral?, ¿por qué el micrófono?, ¿por qué si es tan bonito Shakespeare, no se puso a unos actores a decirlo bien? ¿Qué dirían nuestros maestros si vieran estos trapos traídos de la cansada Europa? (Aunque hay que conceder que el momento en el que la mujer afroeuropea fue liberada de sus opresoras cadenas, muchos de nosotros tuvimos nuestro coup de théâtre, al recordar la opresión de nuestras compañeras de género femenino).

Pero ante todo, para expresar nuestra desazón , vale la pena rescatar las palabras escritas otrora por la autora del opúsculo arriba citado y que resume nuestro desaliento: “Ojalá y los planteamientos ... tuvieran formato dramático para dar solidez a las propuestas de este arriesgado director cuyo talento se vería enriquecido si no menospreciara el texto y el poder del significado y creyera en la integración de la palabra dentro del hecho escénico”.

Así pues, los que somos esperamos que el teatro sea al fin redimido la próxima semana en que nuestra Compañía Nacional volverá a dar el ejemplo de corrección y entrega. Se cierra el telón.

la societàs raffaello sanzio en méxico










las imágenes forman parte de lo que los pobres mortales se inventan para registrar sus temblores (de deseo o de temor) y sus propias consumaciones.

georges didi-huberman


por segunda vez se presentó en la ciudad de méxico una obra de romeo castellucci. Hey girl! es una pieza que, a decir del mismo castellucci, partió de algo tan simple como la observación de un grupo de muchachas en una parada de autobús. y entre sus virtudes está, me parece, la manera en la que se logra cavar en las mil mesetas que componen una vida: se trata de una muchacha solamente, pero para su conformación (recuérdese la primera escena proteica) existe no sólo la carne, sino también un imaginario en el que tiene lugar la Historia (las mujeres decapitadas por y desde el poder), la sociedad (la muchedumbre que le propina una paliza de almohadazos), sus afectos (el momento portentoso del diálogo de romeo y julieta), su lenguajes (palabras sobre su mente atravesada por el laser azul) y su propia sombra (el cuerpo negro desencadenado y puesto a brillar).

todo esto, claro, al ritmo del riguroso pincel cuadrimensional de un artista plástico que ha tomado por asalto la escena. y ésta es su gloria y su talón de aquiles. gloria cuando logra ocupar las cuatro dimensiones del espacio y el tiempo con los encuentros más simples de la luz (no importa cuánta tecnología se invierta, el resultado es simple), con los objetos pragmáticamente fantásticos que se crean en su laboratorio, con la composición musical que hilvana todo el drama en notas y volúmenes, y con la interpretación minuciosa de la actriz -que se acerca, como en todas las obras de la societàs, a la súpermarioneta craigiana.

entonces, tenemos un desfile de imágenes (o debería decir una imagen, para seguir a godard), la imagen como esa composición que, según georges didi-huberman, nos ayuda a comprender, entendiendo por comprender no un entendimiento intelectual sino aquél que es capaz de ligar sensación, historia y pensamiento.

mas, en efecto, la imagen se pierde en mera ilustración cuanto más se esfuerza por permanecer en el plano meramente esteticista o cuando intenta decir más de lo que puede. tal el momento de la espada y el chanel o los largos lamentos sobrecargados de la actriz, así como breves instantes en que la luz o el sonido se encaraman sobre el resto de los elementos. allí nos perdemos en el murmullo de nuestros días y corremos dos peligros: la sobreexplicación o la fascinación. lo primero surge cuando es preciso entenderlo todo y la imagen queda chata, sin dimensión. pero el segundo es quizá peor, es el momento que tanto odiaba brecht y en el cual la imagen lo ocupa todo, no hay espacio para nosotros y nos disolvemos cómodamente, perdiendo nuestra iniciativa de estar aquí y ahora, en este hic et nunc intempestivo que no coincide con nuestro tiempo actual, pero que tampoco lo evita: el momento que da la razón de ser al acto presencial.

a todo esto, tal vez uno pudiera pensar que el trabajo presentado en el festival de la ciudad de méxico (ahora coolmente llamado FMX) es un trabajo menor de castellucci. tal vez. pero en una ocasión, hablando de la caja de zapatos de gabriel orozco alguien con finísima mirada me hizo ver que a la dichosa caja había que verla en el propio transcurrir de la obra completa del artista. y así es con castellucci: sus obras sueltas son apenas eslabones de una serie compuesta, a su vez, de series. sabiendo que su Génesis lo conformaban tres obras, su Tragedia Endogonidia once y su Divina Comedia tres, haríamos mal en no colocar Hey girl! en alguna serie y en buscarle los eslabones del antes y el después.

cosa que prometemos hacer en alguna futura entrada.

rubén