jueves, 24 de junio de 2010

¿por qué pitan?



la noche se movía a su ritmo. una de esas charlas que te inyectan vida. ningún argumento, ninguna objeción; sólo la admiración por la manera en la que una persona construye su desprecio y el entusiasmo por cómo afirma sus pasiones. no teníamos la obligación de estar de acuerdo, tampoco teníamos que beber como melancólicos. era eso y nada más: lo que desprecias, lo que amo; lo que odio, lo que te da alegría. pero, por cierto, una inquietud: el tema del mes. no podíamos evadirlo, pero era obvio que pasar por él así nada más hubiera sido echar a perder un juego perfecto. entonces dijo:

el otro día, algo me inquietaba: entras a un lugar e inevitablemente hay una tele. en la pantalla siempre habrá gente con largas trompetas pitando sin cesar ni gracia. la estampa se repite en las calles. luego, en la mesa de al lado o en otra tele, unos tipos gesticulando razonamientos inútiles, comparándolos, midiéndolos. en la prensa, en internet, en todas partes, los socialités de la intelectualidad reúnen citas deslavadas para demostrar que dios es redondo. así, mientras unos silban, en el patio de atrás otros sacan los cadáveres, pero dios es redondo y esa es la máxima que sale de todas las bocinas.

me inquietaba no poder reunir un pensamiento o una imagen acerca de eso, hasta que hace dos noches regresábamos por una avenida mojada. el tránsito se detuvo. hacia adelante nadie se movería. un corto tiempo. de pronto, pitidos. uno, dos, otro y muchos más. era claro que no nos moveríamos pero ellos pitaban. mi esposa, razonablemente, soltó la pregunta (casi)retórica: “¿por qué pitan? eso no hará que empecemos a avanzar”. y así, como si su sed de comprensión hubiera soltado algún resorte de mi memoria, recordé unas sabias palabras escritas en un viejo cuaderno:

un consejo quieres tú escuchar

lo dije, lo afirmo y lo repito:

cuando el hombre deja de pensar

el amo al que sirve es a su pito


fue lo más cerca que estuvimos del maldito tema en toda esa maravillosa charla.

ortiz


sábado, 19 de junio de 2010

Más y más sobre b.b.



Para seguir con el tema abierto por mi blogmate y que parece tenernos cautivados, aquí va la referencia a un artículo mío aparecido hoy en el suplemento cultural de Milenio: http://impreso.milenio.com/node/8786255

No se trata estrictamente, como indica la presentación, de una crítica a Zoot Suit. He sido por muchos años un ferviente admirador de Luis Valdez; y lo sigo siendo. Se trata más bien de subrayar la necesidad de releer las proposiciones teatrales de Brecht en el contexto mexicano actual: en la innegable degradación de su vida pública y en la falta de vitalidad de su teatro.



Aunque en este último sentido, la necedad no deje de ofrecernos sorpresas. Justamente anoche, asistí al Foro Sor Juana a ver 9 días de guerra en Facebook. Las filas para ver Zoot Suit en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón contrastaban con una entrada “discreta” a la obra de Luis Mario Moncada y Martín Acosta; y la comparación no puede ser más aleccionadora.

De un lado, el teatro como bien cultural, del otro el teatro como experiencia. En la sala grande la reverencia al pasado, en la pequeña un muy logrado intento de interrogar al presente; en aquella la complacencia con los valores establecidos, en ésta el desafío al espectador –explícito en este caso- a recuperar juntos la interlocución que implica el hecho escénico.

No está mal como balance. Tampoco me queda la menor duda de cuál representa el espíritu de un Teatro Universitario; basta presenciar –pues ambas funciones terminan casi al mismo tiempo- la salida “al mundo” de ambos elencos: uno revitalizado y pleno de entusiasmo, el otro exhausto luego de haber triunfado.

Rodolfo