lunes, 8 de noviembre de 2010

Teatro del Báltico

En la geografía del teatro hay regiones que se caracterizan por la intensidad de su producción. Para nadie es un misterio que la región del Báltico sea una tierra de poetas escénicos de grandes honduras. Lo que resulta menos conocido –quizás- son los esfuerzos de articulación que se realizan para afianzar y sostener vínculos culturales antiguos en una zona no exenta de tensiones y deudas históricas.

Para celebrar sus veinte años de existencia, el Festival de Teatro del Báltico (http://www.baltichouse.spb.ru), cuya sede es un teatro de San Petersburgo que lleva ese mismo nombre (Baltiski Dom) y a cuya producción se asocian algunos de los creadores más destacados de la escena actual, organizó a finales de septiembre un recorrido por varias de las principales ciudades del área a fin de intensificar relaciones entre los hacedores del teatro de la región. Una auténtica geopolítica para las artes, emprendida en medio de un clima de dificultades en el apoyo a la cultura.

El Theatre Arc permitió a los organizadores tender puentes con las instituciones de los diversos países visitados y otear los vientos de renovación, las voces nuevas que comienzan a hacer eco a orillas de un mar que en pocas semanas volverá a congelarse. Y para los observadores externos, conocer de primera mano las obras recientes y las condiciones de producción en que se realizan.*

En primer lugar, resalta la movilidad y los múltiples intercambios en un teatro que se mueve entre los polos de Rusia, Suecia y Alemania, pero en cuya órbita gravitan escenas locales tan poderosas como la polaca o la lituana. Piénsese nada más en la santa trinidad de directores de escena de esta última república: Rimas Taurminas, Oskaras Kourshounovas y el dios padre Eimuntas Nekrosius que, luego de estrenar su versión de El idiota de Dostoievski en el festival al que hacemos referencia, se presentó con su Fausto por tercer año consecutivo en un Festival Cervantino que parece gozar de un enamoramiento un tanto cuanto tardío con un creador que conquistó el mundo entero hace más de quince años.

Esa movilidad desde luego se ve marcada por las fortísimas tradiciones dramáticas y escénicas de Rusia y Alemania, cuyos creadores cruzan con frecuencia de un lado a otro del mar para producir en países como Finlandia y Estonia, pero permite también que Nekrosius produzca su teatro con apoyos rusos o que el joven director letón, Alvis Hermanis alcancé una gran repercusión internacional al dirigir en los teatros de Alemania.

Estos equilibrios, desde luego, no son frutos de la casualidad. En los encuentros con críticos e instituciones de los países visitados, encuentros que fueron parte fundamental del Theatre Arc, resalta la solidez de la infraestructura cultural de las artes escénicas en lugares donde se habla de crisis y recortes pero que siguen provocando una mezcla de envidia y rabia a quienes pugnamos por la organización del teatro en tierras hostiles.

Tómese como ejemplo el de Letonia, con 2.2 millones de habitantes y siete teatros nacionales que producen tanto en lengua letona como en ruso, con una compañía especial para giras, apoyos a los teatros independientes y un peso importante de la crítica especializada en las decisiones de la política cultural. Así es posible que el New Riga Theatre, un teatro con veintitrés integrantes dirigidos por Hermanis, haya conquistado en pocos años los escenarios de los principales centros culturales de Europa, América y Asia.

En familj, August: Osage County, Foto: Programa de mano RDT

Esto para no hablar de un teatro sueco que se extiende por la lengua a la vecina Finlandia y que cuenta con treinta y ocho teatros estatales (con elencos estables y subsidios de 75% a la producción), una sección del Teatro Nacional especializada en públicos jóvenes (con los mismos estándares artísticos de su sección principal) y una Compañía Nacional Itinerante creada y dirigida durante años por el –en México- bien conocido dramaturgo Lars Noren.

Por ello, no deja de ser decepcionante la producción del Real Teatro Dramático de Estocolmo que se presentó como parte de este encuentro: En familj, August: Osage County de Tracy Letts, obra ganadora del Premio Pulitzer en 2008. El teatro que fuera casa de Ingmar Bergman, con un elenco que abre uno de sus viejos y grandes actores (Jan Malmsjo, el temible pastor deFanny y Alexander), se atasca en una puesta en escena poco eficiente, pero sobre todo, en una competencia de narcisismos donde cada actor llena de gestos preciosistas y guiños al espectador el hueco dejado por su vacío emocional.

Desde luego es imposible juzgar a un teatro por una producción, pero no deja de ser significativo que el conformismo aburguesado de la producción haya conquistado al público sueco que llevó la obra de la sala chica a la principal y que aplaude de pie al final de la misma.

O tal vez sea que esa clase de dramas intimistas sobre los vicios familiares (como el título añadido en Suecia parece indicar) se sienten definitivamente fuera del ritmo y de las preocupaciones de los tiempos y que los tradicionales teatros de repertorio se perciben ya como auténticos museos de cera donde se manosean una y otra vez las mismas figuras y donde se explotan hasta el desgaste los mismos moldes dramáticos.

Por el contrario, los pocas instituciones y los creadores que asumen la escena como fuente de una experiencia transformadora y no sólo como el proveedor de un bien cultural –incluida una Ariane Mnouchkine que se renueva con una reinvención de lo real en Les Éphémères-, parecen buscar sus ligas con los espectadores hurgando en otras materias, rescatando el dramatismo en la vida misma de seres comunes y corrientes. Un acercamiento que oscila entre lo documental y lo testimonial.


Grandfather, New Riga Theatre. Foto: Baltiski Dom

Tal es el caso de Alvis Hermanis quien presentó en este encuentro la obra Grandfather, un monólogo de tres horas escrito por Vilis Daudzins. A pesar de los esfuerzos de una torpe traducción al inglés, la obra resulta casi imposible para un espectador que no habla letón, pero establece una rica relación con el espectador local al revisar, so pretexto de la búsqueda del abuelo del título, las diversas posturas sobre la historia del país que fueron ocultadas durante el periodo soviético.

Otras obras de Hermanis, en cambio, se fundan en esa búsqueda de nuevos puntos de partida que les permite trascender el ámbito en que fueron concebidas, como las entrevistas que los actores realizaron entre gente ordinaria para sus Latvian Stories, su trabajo con la experiencia cotidiana de los ancianos para Long Life o su homenaje al movimiento hippie en Letonia en The Sound of Silence, un espectáculo también de más de tres horas donde las canciones de Simon y Garfunkel son el marco para una sucesión de imágenes poéticas donde la palabra es el gran ausente.

A pesar de la insistencia de Hermanis en un cierto tradicionalismo (“Las obras de Chéjov también son altamente documentales. Cuando trabajaba como médico escuchaba todos los días a la gente, así es que podemos estar seguros que la mayor parte de esos textos son documentales”) y su fe en el ancestral arte del actor que lo aleja de otros creadores contemporáneos (“Insisto en que a la larga, el teatro sólo tiene un salida: la forma en que emplea al actor profesional”), sus obras y sus prácticas (“Todo el mundo afirma que el teatro es un arte colectivo, pero en nuestro caso esto es completamente cierto, no solo porque creamos juntos nuestras historias sino porque también compartimos los derechos de autor”) demuestran la capacidad del teatro para reinventar sus formas y continuar su pulso en el corazón mismo de un grupo humano: “Uno puede ver que los mercados con productos orgánicos están de moda. Así es que el teatro hoy día es como un territorio ecológico donde la gente puede simplemente disfrutar la intimidad de la presencia y sentarse junta. Y eso es ya una especie de lujo”.**

Rodolfo

*Al crucero teatral fuimos invitados los miembros del Consejo Editorial de la revista electrónica de la Asociación Internacional de Críticos de Teatro (www.criticalstages.org)

**Todas las citas de Hermanis están tomadas de una entrevista con Bonnie Marranca publicada en el número 94 de PAJ (A Journal of Performance and Art), enero de 2010.

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