no me extraña ni por un segundo que la mayoría de los artistas mexicanos (pero sobre todo aquellos que siempre están listos para apoyar las causas justas y poner en su currículum que han trabajado con y por las víctimas de aquello y lo otro), tiendan a pensar que el asunto del 15-m de madrid -y su extensión por toda españa- es una de esas excentricidades que suceden de vez en cuando y que se puede traspapelar en la rutina del usufructo del nuevo presupuesto.
y sin embargo, para quien quiera ver, hay en la actividad de ese movimiento tantas cosas por destacar que sólo mencionaré ahora las que me conmocionan más:
primero, la llaneza de su posición. no están cambiando al mundo, están señalando sin ambigüedades lo que les está jodiendo la vida, que es que los bancos y la banca tengan ese poder de decisión sobre sus vidas mientras el gobierno sólo deja hacer o hace para su beneficio.
segundo, el llamado claro a sus compatriotas a mirar la falta de vestido del emperador: “no nos mires, únetenos”. el llamado no apela sino al sentido común, pues esto nos jode a todos y sólo lo cambiaremos entre todos.
tercero, su posición moral. llamarse indignados implica una acción de respuesta y reivindicación. de respuesta ante un estado de cosas que atropella de cabo a rabo lo que se pudiera entender por un mundo mejor y de mejores personas; y de reivindicación de esta dignidad no sólo como oposición, sino también como resistencia. la frase “resistir es crear” le parecerá estúpida a quien ya no le queda dignidad por ofrecer, pero los indignados resisten creando, abriendo reflexión y proponiendo.
cuarto, la soltura estética. hasta donde alcancé a mirar, en cada acampada había siempre una iniciativa artística no espectacular: una manta, una intervención, un jardín. eran estas verdaderas estéticas de la emergencia que reivindicaban que no hay mundo digno sin arte que le dé expresión.
quinto, y me detengo sin concluir, su capacidad para reinaugurar el pensamiento colectivo. asambleas y reuniones ponderaban, primero, la voz de cada singularidad, para después articularla en una unidad coherente. ningún caudillo.
pues bien, a pesar de lo que se pudiera pensar, la rutina del sistema no se ha podido llevar las aguas del 15-m. se han hecho caminatas nacionales y nuevas acampadas, pero también reuniones de pensamiento colectivo. en estos días ha habido una acerca de la cultura, y aunque aquí se puede leer el reportaje, quisiera rescatar un par de citas:
"La política cultural no puede estar orientada a una mera consecución de beneficios económicos. La sociedad actual, y especialmente las administraciones, llaman cultura a un stock de productos de mercado que tienen que ser vendidos. Nosotros, en cambio, llamamos cultura a todos los procesos que nos conforman como sociedad. No tiene por qué ser necesariamente una obra que tú puedas vender, porque la cultura no es sólo el arte" dice Lali Álvarez, poeta y dramaturga vinculada al grupo de Barcelona.
El 15-M reacciona contra el concepto de mercado cultural y denuncia que la cultura es una presa más del paradigma neoliberal del que no escapa ni siquiera la educación. "Lo que traducido para el corriente es: apostar por las grandes industrias y apuestas globales, recortar el dinero a la cultura y reencauzar lo que queda a la primera apuesta y acabar con los creadores que no producen dinero", denuncia en el blog soymenos.wordpress.com Jorge Luis Marzo.
"Las actividades de los productores culturales que reciban subvenciones públicas tienen que devolver valor social añadido a la sociedad. Esta devolución puede tomar forma de socialización de sus procesos y resultados, a través del acceso gratuito, mediante la exigencia de uso de licencias libres o compartiendo públicamente estos activos", declaran desde el grupo de Barcelona.
como se podrá observar, por lo menos para el teatro mexicano, éstas no son afirmaciones que puedan pasarse de largo y menos al calor de los actos recientes. si alguien se toma la molestia de echar un vistazo a la cartelera teatral de la ciudad de méxico encontrará justamente la uniformidad del consumo y del cinismo: casi no hay diferencia en modo de producción entre producciones particulares y las del estado. el objetivo es el mismo: la ganancia, ganancia de público, ganancia de dinero, ganancia de estadísticas, lo que es normal para una empresa pasó con brutal cinismo por parte de funcionarios y artistas teatrales (y aquí quiero enfatizar: artistas teatrales) a ser lo normal en el ámbito subvencionado.
lo más decepcionante –repito e insisto- es la manera en la que esa naturalidad empresarial ha intervenido, por ejemplo, en la universidad nacional: no sólo se pretende en el colegio de teatro que los cursos de gestoría sean la respuesta al rompedero de cabezas que significa llevar las cuentas de las compañías teatrales, sin ver que mucho de lo que se ve en ese modo de hacer gestión es sólo una adaptación a las dinámicas del consumo; sino que además teatro unam ya no lo calla: si alguna vez el teatro universitario tuvo su punto más alto con don ramón maría del valle-inclán (las divinas palabras de juan ibáñez), ahora sólo queda espera a rafael inclán. y nadie dice una palabra.
pero más allá de estos casos, creo que lo pertinente sería preguntarnos algo al son que tocan en españa: ¿para qué demonios sirve la cultura en este país? y ¿cuáles son las responsabilidades de un arte subvencionado dentro de esos marcos de cultura?
lo que parece ser claro para quienes todavía piensan en su dignidad, no parece serlo en estas tierras: el estado de cosas es gravísimo, y la cultura está de entrada jugando un papel muy importante. si los indignados comienzan preguntándose por qué los bancos se llevan su dinero y luego pasan a pensar en la cultura es porque, quizá, hay un lazo entre el modo de producción del sistema y el que este sistema determina para su cultura y, ergo, hay un lazo (uno entre los muchos que hacen la trama; uno, pero real) entre hacer cultura para el consumo y que alguien tenga un pie en la calle… o entre teatro para el consumo masivo y la violencia. tal vez el lazo no se quiera ver, pero es consistente. este punto es el quisiera dejar claro: no hay complicidad legal entre arte de consumo y violencia, pero el lazo (cultural, económico, político) está allí, y no se va a borrar pensando que quien lo señala está exagerando.
en fin, quizá sea el otoño por venir, o los días en cama, pero casi escribo esto ya sólo para decirlo en voz alta. no espero nada de los compañeros que hacen teatro. han dejado que esto llegue verdaderamente lejos. y aunque el ejemplo español pudiera reflejarnos un lugar mejor para vivir, donde el teatro y la cultura pudieran salir de su propio espejo, sólo escribo para sacar de mi estómago mi estúpida intención (y la gastritis), pero, como dije, sólo para mí lo digo.
rubén
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