Ni las niñas a las que se les dijo que denunciaran el abuso y cuando lo hicieron les escupieron en la cara un “la autoridad no te cree nada”, ni los jóvenes peyorativamente apodados Ninis, ni los millones de bullies que asumen el poder de la violencia como liderazgo, ni los miles que a los trece consumen y venden tachas en la escuela, llegaron allí por sí mismos.
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