martes, 4 de mayo de 2010

al vuelo













uno.

recuerdo que cuando era niño, extrañamente repetían en la radio este poema:

Digamos que no tiene comienzo el mar


Empieza donde lo hallas por vez primera


y te sale al encuentro por todas partes

palabras que nunca salieron de mi memoria, y cómo iban a hacerlo si en cada ocasión que las escuchaba me interrogaba acerca de la manera en que la mujer que decía el poema (y que yo creía que era su autora), podía imaginar tal inmensidad que yo -inútilmente, infantilmente- deseaba abrazar sin casi nunca llegar incólume a la otra orilla.

años después, en una revista, me encontré con este otro poema:

La silla


Esta silla fue una vez alumna de Euclides.




El libro de sus leyes reposa sobre su asiento.


Las ventanas de la escuela estaban abiertas,


De suerte que el viento volteaba las páginas


Susurando las gloriosas pruebas.




El sol se puso sobre los dorados tejados.


Por todas partes las sombras se alargaron,


Pero Euclides no dijo nada de eso.

aunque pasé un tiempo embriagado por la propulsión vertiginosa de huidobro, de estos poetas me atraía siempre la falta de drama, la pura descripción de un estado de cosas desde una posición absolutamente terrena. una prosodia sin prisas ni peripecias, en la que las cosas de este mundo se entregaban a las obsesivas transformaciones del tiempo, interrogando a la soberbia humana.

dos.

hace un par de años, la comedia humana de méxico y hand2mouth de portland, hicimos dos pueblos, una obra acerca de las relaciones entre méxico y los estados unidos en la cual intentábamos exponer desacuerdos históricos y perplejidades contemporáneas de una larga relación condenada a permanecer por muchos años más. así, en uno de varios cuadros, luego de que los equipos de actores de ambos países se lanzaban las peores invectivas raciales posibles, el escenario se transformaba por acción de la palabra poética en lo que llamábamos el “hippie heaven”: los actores, pues, se leían y se escuchaban leer lo mejor de la poesía de ambos países y, luego de paladearla entre ellos, la llevaban directamente a los oídos de los espectadores. este paraíso jipioso se rompía por el sonido del destape de una coca-cola... por parte del equipo mexicano, claro.



tres.

ahora, todo esto me viene a la memoria por la coincidencia en los medios de estos dos enormes poetas. del lado mexicano, gracias a la atención que durante ya casi un año lleva en los medios de comunicación josé emilio pacheco: desde su cumpleaños 80 (que, debo decir, también celebró la comedia humana en su paraíso), hasta el par de viajes que realizó a madrid para recibir, primero, el premio reina sofía y luego -apenas con tiempo para deshacer maletas y hacer unas nuevas-, nada más y nada menos que el premio cervantes.

es bastante estimulante, piensa uno, el que el más veterano y genial de nuestros poetas ande tanto tiempo en la mirada y los oídos de los mexicanos, en medio de esta guerra civil de baja intensidad que nos ocupa a diario.

a ese respecto, en los días de la entrega del cervantes, pacheco contestó a una pregunta de la prensa con su acustumbrada perplejidad de sabio:

no creo haber influido en la historia de la literatura mexicana. en la sociedad, seguro que no, aunque me hubiera gustado escribir un poema que sirviera para parar la violencia. la sensibilidad por la poesía, como por la música, se tiene o no se tiene. yo conozco a grandes intelectuales que no la tienen, pero cuando fui al festival de poesía en medellín, en colombia, me llevaron, primero a un estadio con 12.000 personas y luego, a una escuela secundaria en la que los chicos eran sicarios (deben de estar todos muertos), y tenían una gran sensibilidad poética.

¿una definición de poesía? no tengo, lo siento. yo escribo porque me pasa algo. un epigrama griego dice que la poesía es pintura que habla y la pintura, poesía del silencio. antes decía yo que todo conspira contra ella, pero la poesía está en el propio lenguaje. basta pensar en lo que preguntan los niños. cosas como: "¿a dónde van los días que pasan?" la pregunta quedó ahí, flotando, sólo la ministra de cultura aventuró una respuesta: "a la poesía de josé emilio pacheco".

entonces, la llamada de la parte norteamericana me llega a través de el texto “confesiones de un poeta laureado”, escrito por charles simic, a quien en 2007 el gobierno de su país le otorgó ese título, que es un cargo honorario que, entre otras cosas, compromete al artista a un recorrido nacional con el objetivo de incentivar la lectura de poesía. en dicho texto, simic cuenta en qué consistió su tarea (traduzco al vuelo):

se me pidió, por ejemplo, la lectura de un poema en la convención anual de unos empresarios de kansas en topeka, ser fotografiado en la heladería mas popular de nueva york comiendo uno de sus enormes menjurges, que se me tomara una imagen en una carnicería picando la carne con un gran cuchillo, leer un poema en la inauguración de la nueva cosecha de un famoso viñedo de california, y así por el estilo. por tener una oficina en la biblioteca del congreso y pasar allí unos días cada mes, tuve algunas invitaciones del washington oficial que decliné en su mayoría, incluyendo una en la casa blanca con barbara bush.

mas el objetivo de simic, además narrar las tribulaciones del cargo, es demostrar su asombro de cómo, en contra de cualquier razonamiento apresurado, esto le sirvió para comprobar que en los estados unidos la gente dedica atención a la poesía, y mucha:

en un país donde las escuelas parecen enseñar menos literatura cada año, donde menos gente lee libros y la ignorancia acerca de muchos temas reina con supremacía, la poesía se lee y se escribe más que nunca. si alguien no me cree, tome una muestra de lo que está disponible en la red. ¿quiénes son estas personas que parecen estar decididas a copiar casi cualquier poema jamás escrito en la lengua? ¿de dónde sacan el tiempo para hacerlo?

y, curiosamente, la gente lee y escribe buena poesía en medio de la catástrofe;

estados unidos tal vez se irá al infierno de cualquier manera, pero ahora y entonces se siguen escribiendo bellos poemas. así, si la poesía se escribe y se lee ahora más que nunca, puede ser porque llena una necesidad profunda. ¿dónde si no en los poemas estos estadounidenses, que aborrecen a sus vecinos y no parecen buscar la salvación en la iglesia, podrían expresar su predicamento humano? ¿dónde más podrían encontrar una comunidad de almas parecidas a las que les importa lo que han escrito emily dickinson o billy collins? Si se me pidiera resumir mi experiencia como poeta laureado, diría que nada hay más interesante o esperanzador de los estados unidos que su poesía.



cuatro.

mis asociaciones al vuelo me llevan entonces a preguntarme si en méxico sucede hoy algo similar con la poesía, pues siempre fueron sorprendentes, por ejemplo, las muchedumbres que se organizaban cada vez que jaime sabines hacía una lectura pública, y es también conocida la frase que dice que en este país arrojas una piedra y seguro le pegas a un poeta -lo que no significa que sea bueno (autopedrada del ortiz que se pone cualquier saco). en todo caso, lo que me resulta envidiable de nuestros vecinos y de otros países que también la tienen, es esa tradición -a todas luces monárquica y mitológica, pero qué importa ya- de un país que se congratula oficialmente por sus poetas más allá de becas eméritas y que, además, se esfuerza por hacer llegar su voz y sus ideas con la misma importancia con la que se hace llegar el bienestar social, pues reconoce, como dice simic, que la poesía en verdad cubre una necesidad vital de las personas. y a mi cabeza regresan versos de las lecturas mexicanas que fuimos a depositar al otro lado, a oídos de migrantes y locales de la costa oeste: coral bracho, elsa cross, jorge esquinca, vicente quirarte, francisco hernández... ¿a quiénes más les podríamos poner hoy los laureles de este lado del río, querido lector?

rubén

(fotografías del paraíso por daniel r. primo y alain kerriou, de dos pueblos por miracle theatre)




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