quienes llegamos a la adolescencia y la juventud durante los años ochenta no las teníamos todas con nosotros. nos habían educado para una abundancia que, finalmente, se la comío el perro de la colina alias jolopo; nos habían inflamado las hormonas de tremendas espectativas sexuales, cuando apareció el sida; nos habían llenado el cerebro de música intensísima, y entonces llegó madonna (hasta bowie se puso a hacer tonadas fresas); nos contaron innumerables paisajes de paraísos artificiales, pero casi todos dejaron las neuronas en viajes lisérgicos; incluso los grandes creadores del teatro nacional sucumbieron artísticamente ante la necesidad de tener que ganarse la vida como simples mortales, cuando disminuyeron los subsidios. no era extraño que entonces, entre una posible madurez dictada por las consignas de reagan y tatcher -aquí en su versión opus dei de renovación moral delamadrideana- y una rebelión condenada al fracaso, muchos optaran por una especie de insensibilidad autodestructiva, cuyo anticlímax fue el escopetazo de kurt cobain.
entonces, en medio de tal marasmo, en la ciudad de méxico, la radio mató a la estrella del video.
mucho antes de you tube, lime o ares, en un giro auditivo sin precedentes, los muchachos llenábamos las noches con álbumes completos de pink floyd, descubrimos las tonalidades bajas de the cure o this mortal coil o el virtuosismo de dire straits, e incluso las fiestas sin fin con pet shop boys o inxs. todo a través de voces no hechas para el entretenimiento auditivo al uso. escuchamos, entre aburridos y fascinados, al hoy famoso escritor jordi soler leyéndonos lo mejor de la literatura a su disposición; oímos las alucinaciones conceptuales de jorge garcía negrete, la voz siempre fresca de dominique peralta y los alucines salseros de lynn fanschtein. pero ante todo, entrábamos es esa zona intermedia de la imaginación que se abría con las viñetas de luis gerardo salas poco antes del final de cada idea musical.
así, pudimos surfear las tonterías que un engendro llamado raúl velasco sobreponía a la educación sentimental de los mexicanos con canciones y cantantes cuyo nombre no quiero mantener en mi disco duro.
pero tal vez lo más emocionante que logró rock 101 fue sincronizar a los rockeros mexicanos con el empuje festivo y crítico que las movidas española y sudamericana habían encarnado en el rock en español. escuchar a radio futura o a soda estéreo, mientras alex lora renacía de sus pasones o caifanes lograba música de a deveras -con poesía que sólo existía en la mente de su vocalista- nos hacía sentir menos solos y, si no con un futuro, al menos con un buen pretexto para no pensar en él e hinchar el presente de música ligera y letras vivificantes.
por estos días, rock 101 se escucha de nuevo pero sólo en la red. a decir de los re-creadores, apenas están al diez por ciento de lo que tienen planeado hacer, explotando al máximo el nuevo soporte. ya veremos, pero mientras tanto, su gran virtud ha consistido en desoir a las sirenas y más que volverse una estación de nostalgia, nos actualizan a los redescuchas con muchísimas propuestas musicales que rebasan la mediocridad en que a fue terminar mtv y que invade ahora a la radio entera.
entonces, en medio de tal marasmo, en la ciudad de méxico, la radio mató a la estrella del video.
mucho antes de you tube, lime o ares, en un giro auditivo sin precedentes, los muchachos llenábamos las noches con álbumes completos de pink floyd, descubrimos las tonalidades bajas de the cure o this mortal coil o el virtuosismo de dire straits, e incluso las fiestas sin fin con pet shop boys o inxs. todo a través de voces no hechas para el entretenimiento auditivo al uso. escuchamos, entre aburridos y fascinados, al hoy famoso escritor jordi soler leyéndonos lo mejor de la literatura a su disposición; oímos las alucinaciones conceptuales de jorge garcía negrete, la voz siempre fresca de dominique peralta y los alucines salseros de lynn fanschtein. pero ante todo, entrábamos es esa zona intermedia de la imaginación que se abría con las viñetas de luis gerardo salas poco antes del final de cada idea musical.
así, pudimos surfear las tonterías que un engendro llamado raúl velasco sobreponía a la educación sentimental de los mexicanos con canciones y cantantes cuyo nombre no quiero mantener en mi disco duro.
pero tal vez lo más emocionante que logró rock 101 fue sincronizar a los rockeros mexicanos con el empuje festivo y crítico que las movidas española y sudamericana habían encarnado en el rock en español. escuchar a radio futura o a soda estéreo, mientras alex lora renacía de sus pasones o caifanes lograba música de a deveras -con poesía que sólo existía en la mente de su vocalista- nos hacía sentir menos solos y, si no con un futuro, al menos con un buen pretexto para no pensar en él e hinchar el presente de música ligera y letras vivificantes.
por estos días, rock 101 se escucha de nuevo pero sólo en la red. a decir de los re-creadores, apenas están al diez por ciento de lo que tienen planeado hacer, explotando al máximo el nuevo soporte. ya veremos, pero mientras tanto, su gran virtud ha consistido en desoir a las sirenas y más que volverse una estación de nostalgia, nos actualizan a los redescuchas con muchísimas propuestas musicales que rebasan la mediocridad en que a fue terminar mtv y que invade ahora a la radio entera.
rubén
Oiga querido Rubén, estoy muy a tono con su pensar de usté... es más, si le confieso,me hincha de gusto leer tal artículo en esta tán reciente y muybienrecibida y letrada Isla de Prospero. No se vaya usté a pensar que soy uno de esos rucanrroleros de cana cola de caballo y bota de piel de cocodrilo con chamarra a la Motley Crue... no precisamente. Lo qué pasa, es que el otro RO, ya me había dejado muy en claro una vez allá en su casa de Querétaro cómo le retechocaba el rockanrol, y a decir verdad no lo culpé mucho pero sí me fijé que entre el buen popeye y yo se marcaba una diferencia. Diferencia que en lo absoluto le ha quitado el sueño a nuestra veterana amistá. Y ahora que lo leo a usté, me percato de dos cosas: Qué tiene don Rubén, un amplio conocimiento en esas materia tanto como en otras más sutiles y complejas, y qué habrá quizá en este blog un contraste más nitido de lo que yo pensaba en su bicéfala conducción, motivo por el cual lo felicito a usté y al otro RO una vez más.
ResponderEliminarDios bendiga la palabra y la diversidad de los gustos y los pensamientos, amén.
...¿o será nomás que nos estamos poniendo viejos?
mi estimada dama,
ResponderEliminarse le agradece la atención a esta y, efectivamente, a la idea de que no necesitamos pensar lo mismo para echar adelante un sueño.
...y si ni el pri ni sus mañas envejecen, por qué carambas nosotros sí...
r.o.
ps. yo fui
I love rock 101, ya me esta quitando la freses de mi acostumbrado rocksito de nenas, bendito renacimiento, no cabe duda que aparece en momentos críticos en los que la buena música dejo de ser el eje y ahora es reemplazada por los reality súper ñoños y estúpidos.
ResponderEliminarPues si... Ahora podríamos decir en legítima defensa: "VIEJO EL PRI, Y TODAVÍA REVERDECE"
ResponderEliminarmi querido maestro, un año entero en donde usted me enseño mucho de lo (poco) que sé de dirección escénica, y no había aprendido tanto de usted como leyéndolo. sé que en ese entonces decirme "literato" era peyorativo, y también entiendo por qué.
ResponderEliminaren mi juventud retrasada por muchos años, pero hinchada de nubes, yo también leí a benjamin y en ese sentido creo en la labor que la revolución dentro de la forma de arte tiene y debe tener hacia el exterior, hacia el mal llamado mundo real. yo también, muchos años después de lo que me tocaba, lloré escuchando the cure una vez tras otra, veneré el suicido de kurt cobain como un acto de libertad religiosa.
hoy en día algunos amigos comenzaron a suicidarse de verdad de modo que no me queda otra opción que comenzar a vivir. de algún modo mi hacer arte tiene la necesidad de responder a esos suicidios, a la forma tempestiva como se cortaron las ideas revolucionarias de amigos que, como yo, tenían máximo 25 años, y se quedaron en un triste baño en la tina, en una caída de cinco pisos, en un último suspiro en el instante eterno en que una bala los privó de su sueño de cambiar al mundo -uno que heredamos de tu generación, rubén, que gustosamente seguimos herdando-.
Hoy a penas me enteré de la última persona (te parecerá que exagero, pero en verdad son 5 personas, todos menores de 25, todos amigos, que he visto caer): mi primera novia. como todos luchaba por algo, fue zapatista, participó en la sexta declaración con entusiasmo, escribía poesía sobre el campo y pidiendo la igualdad, el cambio en el espíritu humano. en algún momento del fin de semana, su muerte se convirtió en el último acto revolucionario, en el último acto poético, en el último grito silencioso de una persona que hace eco en toda una generación.
como literato, siempre me preocuparon esas cosas. toda la historia recae en una nueva generación que sólo sabe vagamente dónde está parada. vivimos el 88 y el 95 en méxico, pero éramos niños que vagamente tenían idea de lo que eso significaba. aprendimos de las generaciones de arriba a descreer de cárdenas (algunos siguieron creyendo en el sub-comanche y luego se mataron). pero como literato nunca supe llegar al fondo de las cosas.
de algún modo, maestro, el romper con la máscara de literato fue mi forma de revolucionar el arte, mi arte, tal como lo concebí. me fui a topar a un ex-literato que me enseñó dirección escénica, pero sobre sobre todo me enseñó a entender las preguntas, los problemas fundamentales humanos que se han convertido en el alma, en el cambio del arte que hago hoy en día.
ResponderEliminarcuando llegué a su clase, maestro, pensaba que mi generación se estaba colapsando, se moría. hoy todavía lo creo, pero ante el fantasma de 5 personas que no tuvieron otra oción más que revolucionar ellos mismos y fulminarse en un acto de rabia, estupidez y poesía, gracias a personas como usted, que supieron indagar en las cuestiones más profundas sobre la realidad del presente que vivimos, que supieron avivar esa llama, esa visión en nosotros, algunas personas como yo pudimos avivar la llama nuevamente, descreer de todo, pero sobre todo luchar, crear, luchar creando, revolucionar el arte para revolucionar el exterior.
nosotros nacimos sabiendo de destrucción: que el fin del mundo es posible por la guerra, por el hambre, por la pobreza, por los desastres naturales, por el castigo de la mano de un dios de quien hemos abusado durante miles de años, o de uno que nunca existió.
ResponderEliminarpero a partir de visiones como la que uno puede obtener de clases como la suya, de libros como el de benjamin, de actos perdidos en la muerte, -pero nunca inútiles para los que seguimos aquí-, la llama se hereda, la idea de revolucionar el mundo a partir de una revolución en las formas y motivos del arte, las ganas de seguir adelante se avivan; si mi generación está realmente perdida o no, importa menos si otros más, como yo, heredamos esa llama que pasó por muchos como benjamin, como cortázar, como usted...
gracias por eso y también gracias por usar "literato" como el peor insulto. me ayudó a entender muchas cosas. perdón por la cusrilería, y el chorote, pero hay cosas que si no se dicen, se pierden en el viento, y yo no quería que estas palabras se quedaran ahí.
diego álvarez
don diego,
ResponderEliminarbenjamin se mató cuando tuvo la certeza de que los nazis estaban pisándole los talones (algunos dudan de que fuera capaz). deleuze se aventó por la ventana cuando tuvo la certeza de que su cuerpo ya no daba más para nadie. pero mientras estuvieron vivos se empeñaron en desemplolvar a sus semejantes y a sí mismos de la estupidez y la mezquindad que parecen estar en nuestra miserable naturaleza. y lo hicieron con toda la alegría posible, por más melancólica que fuera. jamás renunciaron ni al intento por pensar de otro modo ni a aprender deleitándose.
nunca hay buenos tiempos, parece decirnos la historia; pero hay mejores instantes: los de la lucidez y la compañía que, a veces, el teatro puede encender. a pesar de compañías nacionales, funcionarios de violencia pasiva y escuelas malintencionadas.
no hay generaciones perdidas; sólo quienes no supieron más cómo acompañarse.